Javier
Aranda Luna
La
Jornada, 22 agosto 2012
Julian
Assange creyó –como establece la ONU– que la libertad de
expresión es un derecho humano y que el derecho a la información
veraz y completa, otro.
Por
eso compartió con The New York Times, con Der Spiegel, con Le Monde
y con La Jornada miles de documentos del Pentágono que han dado
cuenta de los usos y costumbres de la política internacional y de
sus daños colaterales, como el que muestra el video de aquella
cacería en la que los tripulantes de un helicóptero artillado
Apache masacra a niños y a un par de periodistas de Associated Press
en Medio Oriente.
Algunos
minimizaron las revelaciones de Assange en la página de Wikileaks
cuando empezaron a circular por todo el mundo. Decían que todo eso
ya se sabía, que eran puras frivolidades. Pero frivolidades o no
circularon con profusión en todas partes.
Otros,
como el escritor Mario Vargas Llosa dijeron que no era libertad sino
libertinaje lo que practicaba el periodista australiano. También que
ese libertinaje ponía en riesgo las vidas de agentes de todo el
mundo que hacían trabajos de inteligencia.
Otros
más han criticado que se haya refugiado en la Embajada de Ecuador en
Londres por los no muy buenos antecedentes que el mandatario
ecuatoriano ha tenido con algún periódico de su país. ¿En qué
embajada tendría que haberse refugiado? ¿En qué país existe una
relación sana y plena con la prensa local como para optar por ella?
Si
Londres no da el salvoconducto a Julian Assange para que vuele a
Ecuador, el activista tiene sobradas razones para dudar de los buenos
oficios de la justicia británica.
¿No
fue el propio aparato judicial inglés el que juzgó al periodista
Robert Fisk por su cobertura en el Medio Oriente? Lo juzgó y ganó
Fisk por cierto. Pero el caso del periodista colaborador de The
Independent y La Jornada y el del editor australiano son diferentes.
Fisk no perdió su libertad ni corrió el riesgo de ser extraditado a
otro país.
Tal
vez los ingleses sólo quieran colaborar con su aliado Estados Unidos
para extraditar a Assange a Suecia para que de allí sea llevado a
los tribunales estadunidenses.
Hay
que recordar que en Estados Unidos se encuentra preso en un centro
militar Bradley Manning, quien filtró a Julian Assange los
documentos dados a conocer por Wikileaks.
Manning
después de ocho meses de reclusión aún no tiene la perspectiva de
un juicio. Y eso podría ocurrirle a Assange en Estados Unidos o algo
peor: si se le acusa por espionaje y traición podría ser condenado
a la pena capital.
Si
el primer ministro sueco Frederik Reinfeldt ha considerado culpable
públicamente a Julian Assange, ¿qué garantiza que sus posibles
jueces suecos no se hayan sensibilizado en igual sentido? Otro
periodista, Stieg Larsson, ha demostrado con numerosos reportajes y
con la saga formidable de Milenium que algo apesta en Suecia cuando
se habla del aparato judicial.
Assange
y su representante el juez Baltasar Garzón tienen fundadas razones
para sospechar que la vida del director de Wikileaks, corre peligro.
Y algo saben los dos al respecto. Assange por los miles de documentos
a los que tuvo acceso y Garzón porque el espíritu de Francisco
Franco lo deshabilitó para ejercer en España. De nada sirvió su
lucha contra Pinochet. El espíritu de Franco y sus seguidores
terminaron por marginarlo con todas las de la ley. Tal parece que los
que atacan al juez son los mismos que atacan a su cliente.
¿Llegará
a la corte de La Haya el caso Assange por la negativa del gobierno
inglés para darle un salvoconducto? ¿Invadirá el gobierno inglés
la embajada ecuatoriana? ¿Garantizará el gobierno sueco que no
extraditará a Julian Assange si acepta ser juzgado en su territorio?
¿Si eso ocurre el gobierno estadunidense pedirá su extradición?
¿Assange cumpliría entonces su amenaza de correr la manta para
hacer público un archivo cifrado de 1.38 GB en el que se encuentran
documentos secretos más incendiarios y comprometedores que los ya
conocidos?
El
juez Garzón dice que Assange sabe que tiene la razón de su parte.
Seguramente, pero no basta. A los duros de todas partes no les
importa convencer sino vencer. Lo demás es lo de menos.
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