lunes, 25 de abril de 2011

Las luchas y el pensamiento crítico en América Latina

A continuación les ponemos una ponencia de Claudia Korol, en la escuela Florestan Fernandez del MST.
También les dejamos el link de la página de donde lo sacamos.http://alainet.org/active/32169&lang=es

ConoSur
Una mirada desde el Cono Sur.

Las luchas y el pensamiento crítico en América Latina

Claudia Korol

Quiero agradecer la invitación a este curso, en el que intentaré realizar un panorama rápido de la historia y la realidad de las luchas revolucionarias y populares en América Latina. Un tema demasiado amplio, aún cuando trataremos de circunscribir el análisis a los últimos 50 años, y a una perspectiva desde el Cono Sur.

Me parece importante aclarar desde qué concepto de historia realizo estos comentarios. Decía Walter Benjamín[1] que es necesario “escribir la historia desde el punto de vista de los vencidos”... a lo que yo agregaría “… y de las vencidas”, teniendo en cuenta que la presencia de las mujeres es desaparecida en las versiones hegemónicas de la historia universal, y suele ser omitida también en las historias de las luchas revolucionarias. Agregaba Benjamín: “Encender en el pasado la chispa de la esperanza, es un don que sólo se encuentra en aquel historiador que está compenetrado con esto: tampoco los muertos estarán a salvo del enemigo, si éste vence. Y este enemigo, no ha dejado de vencer”[2]

Walter Benjamín escribió en el contexto de una Alemania en la que la revolución y los sueños de revolución habían sido aplastados violentamente, y líderes fundamentales como Rosa Luxemburgo[3] y Karl Liebknecht[4] habían sido asesinados: la Alemania en la que se había instalado el fascismo, con su rostro cotidiano de terror y barbarie.

Dando una nueva vuelta desde el punto de vista de los vencidos y vencidas, pero afirmándome en la perspectiva latinoamericana sobre la memoria, quisiera agregar con Roque Dalton[5], que “los muertos están cada día más indóciles”.

Cada día más indóciles, cada día más rebeldes… y así como el enemigo no ha dejado de vencer, los pueblos no han dejado de resistir y crear nuevos espacios y posibilidades para que vivan los sueños de cambiar el mundo, y se vayan materializando en transformaciones sociales populares. Los muertos y muertas, los caídos y caídas en nuestra América Latina, son una realidad lacerante que sigue escribiendo día a día la historia. Porque el capitalismo en estas tierras es hijo del colonialismo, del imperialismo, del patriarcado, de las muchas formas de violencia y de dominación; y también es hijo de la impunidad y del olvido, del ocultamiento, de la tergiversación de la memoria realizada por los vencedores.

Pensar América Latina es aprender a destejer la historia oficial, para recuperar las señales casi imperceptibles que cada gesto popular de resistencia a la opresión inscribe en nuestra subjetividad, guarda en nuestros cuerpos, y siembra en nuestras tierras.

Un cuento que lleva varios años

Quisiera contar esta parte a la manera de un cuento; aunque todo lo que aquí se relata, es parte de nuestra memoria colectiva.

El 3 de junio de este año, la XXXIX Asamblea General de la OEA, reunida en San Pedro Sula, Honduras, derogó el acuerdo mediante el cual se había suspendido a Cuba del Sistema Interamericano en 1962. El presidente de Honduras Manuel Zelaya[6], anfitrión del encuentro, afirmó en su discurso que “Fidel Castro, máximo líder de la Revolución Cubana, y su pueblo, han sido absueltos por la historia”.

Vamos a recordar que la expulsión de Cuba de la OEA fue preparada en la Conferencia de Punta del Este realizada en agosto de 1961, y concretada en la Octava Cumbre de la OEA, reunida también en Punta del Este, Uruguay, el 31 de enero de 1962. La votación se produjo entonces con el voto en contra de Cuba, y con seis abstenciones de países latinoamericanos que no quisieron verse implicados: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador y México. La resolución decía que “la adherencia al marxismo-leninismo es incompatible con el sistema interamericano” y que “el alineamiento de tal gobierno con el bloque comunista rompía la unidad y solidaridad continental; que el gobierno de Cuba, identificado con el marxismo-leninismo, es incompatible con los principios y objetivos del sistema interamericano y que esta incompatibilidad excluye al gobierno cubano de participar en el sistema interamericano”.

Podríamos preguntarnos a la luz de estas dos resoluciones, la que en el 2009 revocó dicha expulsión, y la que en 1962 la asumió, qué fue lo que cambió en el continente. ¿Cambió Cuba? ¿Cambió EE.UU.? ¿Cambiaron los gobiernos latinoamericanos?

9 de abril de 1948. Nacimiento de la OEA. Fidel y el Bogotazo

El 9 de abril de 1948 fue asesinado en Bogotá el líder popular colombiano Jorge Eliécer Gaitán[7]. El crimen fue el detonante de los sucesos conocidos como “bogotazo”.

Cuando se supo que Gaitán había sido baleado, la gente comenzó a salir de sus casas espontáneamente, y durante 48 horas la revuelta no pudo ser detenida, a pesar de la enorme represión, que provocó varios cientos de muertos y heridos.

Ese día Gaitán iba a pronunciar un discurso en la plaza de Bolívar, en un acto organizado por los estudiantes que participaban del Congreso Estudiantil Latinoamericano, convocado en “solidaridad con las causas antiimperialistas y las luchas de los pueblos del continente contra las dictaduras y por las democracias”. Uno de los organizadores del congreso, era un estudiante cubano de abogacía… llamado Fidel Castro. Cuenta Germán Sánchez Otero[8] en su libro “Transparencia de Emmanuel”: “Fidel concibió organizar este congreso estudiantil -el primero de su género en nuestra América- debido a que se iba a celebrar en la capital de Colombia, a partir del 30 de marzo, la Novena Conferencia Panamericana convocada por los Estados Unidos de América, que tenía el objetivo principal de crear la Organización de Estados Americanos (OEA), y acentuar la represión contra los movimientos populares y de izquierda, en el apogeo de la recién comenzada Guerra Fría”[9]… “Fidel Castro en aquel momento era presidente del Comité Pro-Democracia Dominicana en la Universidad de La Habana, y cuando se organizó una expedición armada a Santo Domingo para luchar contra la tiranía, decidió enrolarse y estuvo varios meses en Cayo Confites, junto a dominicanos y cubanos, hasta que el proyecto se suspende por causas ajenas a su voluntad. También en aquella época era un activista a favor de la independencia de Puerto Rico, la devolución del Canal de Panamá y la desaparición de las colonias que aún existía en América Latina, incluido el apoyo al reclamo argentino sobre las Islas Malvinas”[10].

En una entrevista[11] realizada a Fidel por Arturo Alape[12], éste recuerda las jornadas previas al Bogotazo: “Por esos días, yo concibo la idea, frente a la reunión de la OEA en el año 1948, promovida por Estados Unidos para consolidar su sistema de dominio aquí en América Latina, de que simultáneamente con la reunión de la OEA y en el mismo lugar tuviésemos una reunión de estudiantes latinoamericanos detrás de estos principios antimperialistas y defendiendo los puntos que ya hemos planteado”.

A los dos días de llegar a Colombia, Fidel ser reunió con Gaitán, para explicarle el proyecto de la Federación Latinoamericana. Relató Fidel a Alape: “A Gaitán le entusiasmó la idea del congreso y nos ofreció su apoyo. Conversó con nosotros, se habló, y él estuvo de acuerdo con la idea de clausurar el congreso con un gran acto de masas. Nos prometió que él clausuraría el congreso. Nosotros estábamos citados con él de nuevo la tarde del día 9”…

El encuentro del 9 entre Gaitán y Fidel no llegó a realizarse. Fidel iba a la cita, cuando oyó que habían asesinado al líder colombiano, y sin dudarlo se sumó a la rebelión popular que estallaba en las calles: “Me impresionó el fenómeno de cómo puede estallar un pueblo oprimido. Segundo, me impresionó mucho la valentía y el heroísmo del pueblo colombiano, porque lo vi ese día. Aunque junto a esto, junto al extraordinario heroísmo del pueblo colombiano, te puedo decir que no había organización, que no había educación política; más que conciencia política había espíritu de rebeldía, pero no educación política y había falta de dirección”.

Fue precisamente en ese clima de rebelión y de represión en el que nació la OEA (Organización de Estados Americanos), en el marco de la Novena Conferencia Panamericana de Países que funcionaba bajo la dirección de los Estados Unidos, que concibió esta institucionalidad, como manera de subordinación del conjunto de los países latinoamericanos a su hegemonía.

Fidel Castro, el joven que junto a otros estudiantes rechazaba el panamericanismo, es este mismo Fidel que ahora rechaza airado la posibilidad de que Cuba regrese a una institución que ha sido “cómplice de todos los crímenes cometidos contra Cuba”, como expresó en una declaración en la que recuerda también que “En un momento u otro, la totalidad de los países de América Latina, fueron víctimas de las intervenciones y agresiones políticas y económicas”[13].

Primera Conferencia Panamericana. José Martí

Esta posición de Fidel, es continuidad ideológica del llamado de alerta realizado por José Martí[14], cuando asistió a la Primera Conferencia Panamericana, reunida en Washington en 1889 y a la Conferencia Monetaria Internacional, reunida también en Washington en 1891[15].

A finales de 1889, el gobierno norteamericano convocó a la Primera Conferencia Panamericana, que fue punto de partida del “panamericanismo”, visto como el dominio económico y político de EE.UU. sobre América Latina bajo la supuesta “unidad continental”. Ello implicaba una actualización de la Doctrina Monroe en el momento en que el capitalismo norteamericano arribaba a su fase imperialista.

José Martí, testigo del surgimiento de esa etapa histórica en la que EE.UU. emergía como potencia imperialista, denunció a través de sus artículos en el diario argentino La Nación (del que era corresponsal) estos objetivos. Escribió entonces: “¿A qué han de ir de aliados, en lo mejor de la juventud, en la batalla que los Estados Unidos se preparan para librar con el resto del mundo? ¿Por qué han de pelear sobre las repúblicas de América sus batallas con Europa, y ensayar en pueblos libres sus sistemas de colonización?”[16].

Fidel Castro recuperó, en el inicio de su gesta revolucionaria, el pensamiento y el ejemplo de José Martí. Cuando fue interrogado en el juicio que se le llevó adelante por el asalto al cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953, sobre quién era el autor intelectual de esa acción, respondió “José Martí”.

El antiimperialismo en la historia latinoamericana, es parte sustancial del pensamiento y de las prácticas que entienden la emancipación del continente, como una única gesta social, política, cultural revolucionaria, de descolonización, y de batalla anticapitalista.

1961. Punta del Este. El Che

El 13 de marzo de 1961, el presidente de EE.UU. J. F. Kennedy, daba a conocer la Alianza para el Progreso, oficializada meses después en la reunión del Consejo Interamericano Económico y Social (CIES) en la OEA.

El 17 de Abril, el día siguiente del ataque aéreo a aeropuertos militares por mercenarios procedentes de EE.UU., una fuerza de 1500 hombres desembarcó en la costa sur de Cuba, conocida como Bahía de Cochinos. Todo el pueblo cubano se movilizó y en 60 horas derrotó a los mercenarios, que se rindieron en el atardecer del día 19.

150 combatientes revolucionarios murieron, varios civiles fueron asesinados por la aviación. Los 1200 mercenarios prisioneros fueron canjeados un año después por el gobierno cubano con el gobierno norteamericano… a cambio de medicinas y alimentos para los niños y niñas de Cuba.

Antes de partir al combate, cuando se velaba a los caídos en el ataque a los aeropuertos militares, Fidel Castro frente a la multitud del pueblo armado, declaraba el carácter socialista de la revolución cubana. Dijo entonces Fidel: “Aquí, frente a la tumba de los compañeros caídos; junto a los restos de los jóvenes heroicos, hijos de obreros y de humildes, reafirmemos nuestra decisión de que, al igual que ellos pusieron su pecho a las balas y dieron su vida, vengan cuando vengan los mercenarios, todos nosotros, orgullosos de nuestra Revolución; orgullosos de defender esta Revolución de los humildes, con los humildes y para los humildes, no vacilaremos en defenderla hasta la última gota de nuestra sangre… Esta Revolución socialista ¡la defenderemos con esos fusiles que tienen ustedes!”.

Vistos en común, La Alianza para el Progreso y la invasión mercenaria preparada por los yanquis contra Cuba, eran parte de la estrategia de las élites de los Estados Unidos para reforzar su dominación, intentando derrotar o aislar a la Revolución Cubana, y contener el posible surgimiento de nuevas revoluciones populares en América Latina, estimuladas por el ejemplo cubano.

El 8 de agosto de 1961, el Che –entonces Ministro de Industria de Cuba-, intervino en el debate del Consejo Interamericano Económico y Social (CIES) de la OEA, reunido en Punta del Este, con un memorable discurso en el que recurrió también, para fundamentar la oposición de la delegación cubana a la Alianza para el Progreso, a las ideas martianas sobre el panamericanismo. Calificó a la Alianza para el Progreso de “letrinocracia”, burlándose de un proyecto que proponía “sacar a los pueblos del subdesarrollo”, construyendo “letrinas” y carreteras. Dijo entonces el Che: “Yo me pregunto, señores delegados, si es que se pretende tomarnos el pelo, no a Cuba, porque Cuba está al margen, puesto que la Alianza por el Progreso no está hecha para Cuba, sino en contra, y no se establece darle un centavo a ella, pero sí a todos los demás delegados. ¿No tienen un poco la impresión de que se les está tomando el pelo? Se dan dólares para hacer carreteras, se dan dólares para hacer caminos, se dan dólares para hacer alcantarillas; señores, ¿con qué se hacen las carreteras, con qué se hacen los caminos, con qué se hacen los alcantarillados, con qué se hacen las casas? No se necesita ser un genio para eso. ¿Por qué no se dan dólares para equipos, dólares para maquinarias, dólares para que nuestros países subdesarrollados, todos, puedan convertirse en países industriales-agrícolas, de una sola vez? Realmente, es triste”[17].

Se enfrentaron en Punta del Este, dos posibles caminos para América Latina: el propuesto desde los Estados Unidos, un modelo de subdesarrollo del continente al servicio de la consolidación de la hegemonía imperialista norteamericana; y el propuesto por Cuba, pensado como continuidad de las batallas emancipatorias, anticoloniales, y anticapitalistas. Como el Che fundamentaba en su discurso, la Alianza para el Progreso fue concebida contra Cuba, y lo que Cuba podría representar como paradigma para América Latina. Es por ello que una parte extensa de su intervención estuvo dedicada e expresar los primeros resultados alcanzados por la Revolución Cubana, en los dos años escasos de revolución. El Che planteó en esa Conferencia, que “para que exista un verdadero desarrollo económico y social, tiene que existir como condición previa una verdadera planificación económica, y que el poder político esté en manos de la clase trabajadora, la eliminación de los monopolios extranjeros, y el control estatal de las actividades productivas fundamentales”[18].

Recuerda el periodista uruguayo Niko Schvarz en La República, algunos hechos que rodearon la presencia del Che en ese país, como la realización de la Conferencia Popular Antiimperialista (conocida como Conferencia Paralela), bajo el lema: “Con Cuba, por la dignificación de Latinoamérica, contra la colonización económica del continente”. Entre otros participantes, estaban el presidente del Senado de Chile, Salvador Allende[19], el periodista argentino Gregorio Selser[20], y un comité de intelectuales uruguayos encabezado por Luis Gil Salguero. El 16 de agosto, el Che llegó a Montevideo, para participar de un acto en la Universidad. Escribe Niko Schvarz: “Habla desde el Paraninfo de la Universidad a una multitud que desborda 18 de Julio y ambas calles laterales. Esa mañana un grupo provocador ingresa a la Universidad y rocía el Paraninfo con bombas de mal olor, con la intención de impedir el acto. Brigadas de estudiantes y jóvenes despejan el ambiente. Al término del acto, cuando el Che sale junto a Allende por una puerta lateral, una bala que le estaba destinada, siega la vida del profesor Arbelio Ramírez. Por la noche, en su habitación del Parque Hotel, el Che está inconsolable. Una multitud concurre al entierro el 18 de agosto”. Esa misma mañana, Guevara viajó a Buenos Aires a reunirse con el presidente Arturo Frondizi. Por la tarde regresó a Uruguay, desde donde partió rumbo a Brasilia. Allí Janio Cuadros lo condecoró con la más alta distinción de su país: la “Orden do Cruzeiro do Sul”[21]


Medio siglo de batallas por la Segunda Independencia

Estos episodios, parte de una misma leyenda de revoluciones y contrarrevoluciones en el continente americano, nos permiten pensar el significado de la Revolución Cubana, convertida en herejía frente al ascenso del imperialismo norteamericano, y su transformación en poder hegemónico mundial.

El 26 de julio de 1967, el Che escribió en su Diario de Bolivia, refiriéndose al histórico asalto al Cuartel Moncada: “rebelión contra las oligarquías, y los dogmas revolucionarios”. En ese doble registro necesitamos interpretar el aporte de la revolución cubana, como continuidad clara de la batalla martiana por la independencia, con un claro sentido anticolonial y antiimperialista; y como acción y reflexión crítica sobre los modelos de socialismo predominantes en Europa y Asia en el siglo 20, y con los dogmas revolucionarios nacidos en esos contextos.

En el año 1961 en el que Che libraba la batalla en la OEA, se desarrollaba en Cuba la Campaña Nacional de Alfabetización, que culminó oficialmente el 22 de diciembre de 1961, cuando el Gobierno declaró a Cuba Territorio Libre de Analfabetismo.

Una de las primeras palabras que se utilizaron en las cartillas de alfabetización era precisamente OEA. Tres vocales que sintetizaban la creación de un sistema de relaciones internacionales, que bloquearía a Cuba en sus posibles intercambios con América Latina durante medio siglo; y que significaría el aval a las mayores agresiones a la democracia, la soberanía, la justicia, a través de la promoción de las dictaduras y las intervenciones militares en el continente.

Este año, cuando celebramos los 50 años del triunfo de la Revolución Cubana, necesitamos pensarla como el hecho político cultural más significativo en la larga historia de lucha de nuestros pueblos contra el colonialismo, el imperialismo, el racismo, y el capitalismo.
Cuba es el “mal ejemplo” para los pueblos de América Latina, es la rebelión frente al sentido común, la venganza moral de los oprimidos y oprimidas, de los condenados de la tierra. Es la prueba de que se puede desafiar el modo de vida capitalista, y unir las batallas contra las más diversas opresiones.

¿Qué es lo que la convierte en este mal ejemplo? Fundamentalmente la posibilidad que ha tenido la Revolución Cubana de unir las batallas por la liberación nacional y por el socialismo; en realizarse como una “revolución socialista de liberación nacional”, con un carácter de vanguardia en las luchas continentales contra el imperialismo, y en el ejercicio del poder popular. Escribe Fernando Martínez Heredia, sociólogo y filósofo cubano: “En los contenidos de lo nacional, aparecen la autosubestimación del colonizado, el orgullo nacional del que ha peleado tanto y obtenido triunfos, como es nuestro caso, una historia de acumulaciones culturales… La identidad nacional cubana, está asociada a la palabra riesgo. Riesgo de perder la sociedad de justicia social a la cual ha estado ligada durante décadas la identidad nacional, de perder el socialismo. Y riesgo de perder la soberanía, como pueblo específico, como Estado-Nación… A partir de 1959, la revolución socialista de liberación nacional, ligó la consumación de la Nación Estado soberana, y las representaciones anticapitalistas más radicales. La identidad nacional hizo suyos el socialismo y la liberación”[22].

Es en este doble carácter, que la revolución cubana ha servido de identificación para las más variadas batallas emancipatorias; tanto de la vertiente que proviene de más de 500 años de rebeldía indonegra y popular; como de las vertientes antiimperialistas que tienen en César Augusto Sandino, Farabundo Martí, José Martí, entre otros, sus referencias de identidad, y de las vertientes socialistas herederas de José Carlos Mariátegui, Julio Antonio Mella, Carlos Fonseca, y otros fundadores del marxismo latinoamericano.

1967. Che. Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental

Una dimensión nacida junto a la Revolución Cubana, que ha marcado nuestra historia reciente, es la del latinoamericanismo y del internacionalismo.

La Revolución cubana fue catalizadora de las diferentes batallas libertarias de los pueblos. Fue el escenario que permitió reunir, entre los días 3 al 15 de enero de 1961, la Primera Conferencia Tricontinental de los pueblos de Asia, Africa y América Latina. En el encuentro participaron cientos de dirigentes de organizaciones revolucionarias, políticas y sociales, entre los que se encontraban Salvador Allende, de Chile, Amílcar Cabral, líder revolucionario de Cabo Verde, Luis Augusto Turcios Lima, de Guatemala, Nguyen Van Tien, de Vietnam. En ese marco, las delegaciones latinoamericanas que participaron en la Conferencia Tricontinental acordaron la constitución de la Organización Latinoamericana de Solidaridad, con sede en La Habana, que realizó su primera conferencia en Julio de 1967.

Era el intento de articular las luchas anticoloniales, anticapitalistas, de liberación nacional, y socialistas, que tenían su epicentro en el Tercer Mundo, pero que atravesaban en esas décadas también a EE.UU. y Europa.

Después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, se desarrollaba impetuoso el proceso de descolonización de África, Asia, y los procesos de liberación en América Latina, puestos a la orden del día por la Revolución Cubana.

La Organización de Solidaridad de los Pueblos de Africa y Asia (OSPAA), había realizado su primera conferencia en Ghana, en 1957, con 500 delegados de 35 países, que representaban a los movimientos de liberación de esa región. Se planteaba entonces, desde el triunfo cubano del 59, la posibilidad de la confluencia de estas batallas.

El Che fue un activo artífice de la unidad entre estos procesos. Vale recordar también que una de sus primeras misiones, luego de renunciar a su puesto en el gobierno cubano, fue participar durante 1965, en la lucha del pueblo del Congo por su liberación.
Otro de sus activos promotores fue el dirigente socialista marroquí Mehdi Ben Barka, presidente de la Comisión Organizadora de la Conferencia Tricontinental, asesinado el 29 de octubre de 1965 en París, cuando participaba de las actividades de impulso a esta conferencia. El líder marroquí, durante su estancia en Argel, en 1964, había sido un promotor de la dimensión internacionalista de las luchas de liberación nacional; recuperando y promoviendo el pensamiento de teóricos de la descolonización como Franz Fanon[23], Aimé Césaire, y Albert Memmi.
“África es la América Latina de Europa” repetía Ben Barka. En Cuba se entusiasmó con el éxito de la campaña de alfabetización, que soñaba aplicar en Marruecos. Se dedicó a crear un Centro de estudios y documentación sobre los movimientos de liberación nacional y esbozó el proyecto de una Universidad Tricontinental.

El 3-10-65, en una conferencia de prensa preparatoria para el Congreso de La Habana, Ben Barka declaró que “las dos corrientes de la revolución mundial estarán allí representadas: la corriente surgida con la Revolución de Octubre y la de la Revolución Nacional Liberadora”.

Recordar al Che y a Ben Barka, en este momento, nos permite subrayar el componente anticolonial de las luchas de liberación, y recuperar el sentido internacionalista de las batallas anticapitalistas.

La Tricontinental y la OLAS aspiraban a unir en una sola batalla a los movimientos revolucionarios de todos los continentes; de manera de construir un único frente antiimperialista. Esto quedaba claro en el Mensaje enviado por el Che, en 1967, a los Pueblos del Mundo, a través de la Tricontinental. Decía ahí: “Sinteticemos así nuestras aspiraciones de victoria: destrucción del imperialismo mediante la eliminación de su baluarte más fuerte: el dominio imperialista de los Estados Unidos de Norteamérica. Tomar como función táctica la liberación gradual de los pueblos, uno a uno o por grupos, llevando al enemigo a una lucha difícil fuera de su terreno; liquidándole sus bases de sustentación, que son sus territorios dependientes. Eso significa una guerra larga. Y lo repetimos una vez más, una guerra cruel. Que nadie se engañe cuando la vaya a iniciar y que nadie vacile en iniciarla por temor a los resultados que pueda traer para su pueblo. Es casi la única esperanza de victoria. No podemos eludir el llamado de la hora. Nos lo enseña Vietnam con su permanente lección de heroísmo, su trágica y cotidiana lección de lucha y de muerte para lograr la victoria final ... Allí, los soldados del imperialismo encuentran la incomodidad de quien, acostumbrado al nivel de vida que ostenta la nación norteamericana, tiene que enfrentarse con la tierra hostil; la inseguridad de quien no puede moverse sin sentir que pisa territorio enemigo; la muerte a los que avanzan más allá de sus reductos fortificados, la hostilidad permanente de toda la población. Todo eso va provocando la repercusión interior en los Estados Unidos; va haciendo surgir un factor atenuado por el imperialismo en pleno vigor, la lucha de clases aún dentro de su propio territorio. ¡Cómo podríamos mirar el futuro de luminoso y cercano, si dos, tres, muchos Vietnam florecieran en la superficie del globo, con su cuota de muerte y sus tragedias inmensas, con su heroísmo cotidiano, con sus golpes repetidos al imperialismo, con la obligación que entraña para este de dispersar sus fuerzas, bajo el embate del odio creciente de los pueblos del mundo! Y si todos fuéramos capaces de unirnos, para que nuestros golpes fueran más sólidos y certeros, para que la ayuda de todo tipo a los pueblos en lucha fuera aún más efectiva, ¡qué grande sería el futuro, y qué cercano!”[24].

En el cierre de la Conferencia de la OLAS, Fidel Castro concluía su discurso afirmando: “Ha salido una OLAS, representación de un genuino movimiento revolucionario, con sólidas ideas, porque se basan en las realidades; intérprete de la historia del mañana, intérprete del futuro. Porque la OLAS es el símbolo de otras olas, que son las olas revolucionarias de un mar que se encrespa entre nuestros pueblos de 250 millones de habitantes. Este continente trae en su vientre una revolución; tardará más o menos en nacer, tendrá un parto más o menos difícil, pero inevitable. Nosotros no tenemos la menor duda. Habrá victorias, habrá reveses, habrá avances, habrá retrocesos; pero el advenimiento de una nueva era, la victoria de los pueblos frente a la injusticia, frente a la explotación, frente a la oligarquía, frente al imperialismo, cualesquiera que sean los errores de los hombres, cualesquiera que sean las concepciones equivocadas que puedan tratar de entorpecer el camino, es inevitable”[25].

En ese clima, y en ese contexto, fueron numerosos los movimientos armados que se extendieron en América Latina. Y es necesario señalar que los años 60 estuvieron recorridos no sólo por levantamientos populares, guerrillas y revueltas sociales. Todos los planos de la vida fueron cuestionados, y las rebeldías atravesaron desde las instituciones más conservadoras hasta los sistemas ideológicos más dogmáticos.

La teología de la liberación conmovió a las Iglesias; se fundó en América Latina el Movimiento de Sacerdortes para el Tercer Mundo. Nuevos movimientos sociales se desarrollaron impetuosos, como las Ligas Agrarias, sindicatos clasistas, coordinadoras de trabajo barrial. Los estudiantes rompieron las barreras elitistas impuestas por las Universidades neocoloniales para comprometerse en la transformación social. El 68 resonó en Francia, pero también en Tlatelolco. La primavera de Praga conmovió la burocratización del socialismo llamado real. Sublevaciones populares en Argentina, como el Rosariazo y el Cordobaza, sacudieron en el 69 a la dictadura.

En América Latina, la conmoción alcanzó a las Fuerzas Armadas. En Perú, en 1968, llegó al gobierno a través de un golpe de estado nacionalista y populista Velazco Alvarado, quien nacionalizó el petróleo y realizó la reforma agraria. Omar Torrijos llegó al gobierno en Panamá, impulsando como bandera la nacionalización del Canal. En Chile, en 1970, triunfaba el gobierno socialista de Salvador Allende.

La teoría de la dependencia, fue elaborada por intelectuales latinoamericanos como crítica a la economía política oficial de aquellos años (las ideas cepalinas). Fue cuestionada la sociología como disciplina. Pensadores como Charles Wright Mills, cuestionaron a la sociología norteamericana por ser cómplice de las guerras de rapiña de los EE.UU.. En las aulas de filosofìa, se discutía el tema de la alienación.

El feminismo ampliaba su influencia entre las mujeres, con el impacto de pensadoras como Simone de Beauvoire en Francia, o Betty Friedan en Estados Unidos. Surgieron también corrientes significativas de feminismo radical, que intentaban reunir la crítica al patriarcado, con la lucha contra el capitalismo, el racismo, y todas las opresiones.

En EE.UU. movimientos de afrodescendientes desmitificaban el modelo de democracia norteamericana. También se desarrollaba una fuerte crítica a la sociedad de consumo, y a las políticas guerreristas norteamericanas, desde el movimiento hippie. Estos movimientos luego se entroncarían en la oposición a la guerra de Vietnam. Fueron años de ascenso de todas las formas de rebeldía.

Para frenar esos procesos de transformación, el imperialismo acentuó su política intervencionista. Ahora, en tiempos en que el capitalismo se ha trasnacionalizado, globalizado, e intenta descargar su crisis sobre los países neocoloniales, es imprescindible tomar en cuenta estos antecedentes, y proyectarlos a nuevas maneras de unidad antiimperialista.

Los muertos cada día más indóciles …

El asesinato de Ben Barka fue parte de una ola de crímenes políticos con los que el poder mundial intentó frenar las luchas revolucionarias de los años 60. Patricio Lumumba, líder de la liberación del Congo, asesinado en enero de 1961. El 21 de febrero de 1965 fue asesinado Malcolm X en Estados Unidos. El Che, asesinado en Bolivia en octubre de 1967. Martin Luther King en abril de 1968. Carlos Marighella en noviembre de 1969. Amílcar Cabral en enero de 1973. Salvador Allende en septiembre de 1973. Miguel Enríquez en octubre de 1974. Mario Roberto Santucho en julio de 1979. Y tantos más. Y tantas más en América Latina y el mundo.

Antes habían sido asesinados César Augusto Sandino, Emiliano Zapata, Farabundo Martí, Julio Antonio Mella. La historia de la dominación está escrita bajo la sombra de los crímenes políticos más aberrantes.

Pero, como recordaba Roque Dalton, esos caídos son parte de la memoria rebelde del continente, que siguió librando batallas.

EE.UU. tuvo que recurrir a nuevos genocidios. Bajo la Doctrina de Seguridad Nacional, estableció durante los años 70 en toda América Latina dictaduras sangrientas, que tenían como objetivo liquidar los avances de los pueblos.

La Alianza para el Progreso mostró sus límites, anunciados años atrás por el Che. No trajo progreso para los pueblos latinoamericanos, y profundizó el subdesarrollo. El asesinato de Kennedy en 1963, puso fin también a estos intentos, y bajo la administración de Johnson, los EE.UU. volvieron a su política tradicional de intervención predominantemente militar y violenta.

En 1964 apoyó el golpe de estado en Brasil, y años más tarde promovió nuevas dictaduras en América Latina (1973 en Chile y Uruguay, 1976 en Argentina).

En abril de 1965, desembarcaron los marines yanquis en Santo Domingo, para impedir la inminente victoria del movimiento popular constitucionalista, sobre las fuerzas de la reacción. En octubre del mismo año, EE.UU. promovió un golpe militar en Indonesia. La Alianza para el Progreso fue abandonada por Johnson en 1967.

La acumulación capitalista, se realizaría en la nueva etapa de instauración de los regímenes neoliberales, bajo el amparo del asesinato en masa, las desapariciones y el terrorismo de Estado.

En los años en que el Plan Cóndor actuaba como coordinación represiva de las dictaduras latinoamericanas, y en los que bajo su influencia fueron asesinados miles de militantes en el continente; fue posible sin embargo que se alzaran los muertos y muertas de Nicaragua, triunfando en una nueva revolución en el continente. Sandino y Fonseca, Arlen Siu, Luisa Amanda, entraron en Managua el 19 de julio de 1979, y con ellos entraban todos los caídos. Otra vez en nuestro continente se conjugaron las palabras reforma agraria, soberanía nacional, poder popular.

Mientras el Cono Sur aparecía aplastado por la bota militar, Centro América ardía en nuevas revoluciones. Las fuerzas revolucionarias, formadas algunas de ellas en los años 60, lograron unificarse y combatían heroicamente en campos y ciudades. Sin embargo estas revoluciones no pudieron concretarse en ese tiempo, en el que el mundo quedó atravesado por el ascenso de Reagan (llegó a la presidencia de EE.UU. en 1981), y Margaret Thatcher (Primer Ministra de Gran Bretaña entre 1979 y 1990), que lideraron la contrarrevolución conservadora mundial. Ésta se vio fortalecida con la caída del muro de Berlín (1989), y la destrucción de la Unión Soviética (1991), que favorecieron la consolidación de EE.UU. como gendarme mundial. El imperialismo no dudó en financiar y entrenar a la contra nicaragüense, desatando una guerra de baja intensidad que terminó extenuando a la revolución sandinista, que cayó derrotada por sus propias contradicciones y debilidades, en febrero de 1990.

Revolución y contrarrevolución. La historia de América Latina no puede leerse en clave lineal. En los momentos más oscuros de repliegue del movimiento revolucionario y popular, un hecho pasó inadvertido para numerosos sectores populares: en febrero de 1989 se produjo el Caracazo, levantamiento de un pueblo contra el neoliberalismo y sus políticas de exclusión. En el Caracazo, en ese ¡ya basta! popular, se incubaba lo que más tarde emergería como esperanza en el horizonte del continente: la revolución bolivariana de Venezuela, que hoy impulsa abiertamente un relanzamiento del sueño socialista, y de los proyectos de unidad continental que alguna vez fueron abrazados por los combatientes de la primera independencia, y luego fueron rearticulados en los encuentros de la OLAS.

Un nuevo momento en el continente

Los finales de los años 80 y comienzos de los 90 estuvieron signados por la ofensiva conservadora reaganiana, y el repliegue de los movimientos revolucionarios, desarticulados por las dictaduras primero, y por las democracias con seguridad establecidas en América Latina en los años 80, acompañada por la doctrina de los conflictos de baja intensidad.

Sin embargo, en ese contexto de reflujo de masas irrumpió un sector del movimiento popular históricamente relegado. En 1992, cuando se cumplían los 500 años de resistencia indígena, negra y popular, los pueblos originarios se pronunciaron en América Latina para decirle a todos los pueblos, que se iniciaban 500 años ya no sólo de resistencia, sino de ruptura del silencio, de contraofensiva popular.

Estas declaraciones no fueron un mero testimonio. El silencio se rompió efectivamente en enero de 1994, cuando en la misma fecha en que se iba a firmar en México el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, se produjo el levantamiento zapatista.

La rebelión de Chiapas inició un nuevo tiempo de levantamientos populares contra esa nueva fase del capitalismo: el neoliberalismo, sus tratados de libre comercio y las políticas emergentes del Consenso de Washington[26]. A Chiapas siguió la guerra del agua y del gas en Bolivia, las insurrecciones indígenas y populares en Ecuador, las movilizaciones en defensa de sus derechos en Perú y Chile…

Este grito alentó otras formas de rebelión, con diversas expresiones, que se han multiplicado en América Latina, desde los estallidos de los excluidos y excluidas en Argentina, las luchas de Atenco y Oaxaca en México, las movilizaciones de los pingüinos en Chile, las batallas contra la minería en Perú.

Luego de las rebeliones y estallidos sociales, que atravesaron numerosos países, el ¡ya basta! de los pueblos se canalizó en algunos casos en la llegada al gobierno de fuerzas que han sido parte de las resistencias a las políticas neoliberales.

Movimientos indígenas y campesinos, desde Bolivia a Ecuador, desde México hasta el sur de Argentina y Chile, crean espacios de poder popular; desafiando la apropiación de las tierras y la destrucción y el saqueo de la naturaleza que realizan las corporaciones trasnacionales. Movimientos de trabajadores precarizados, obreros y obreras sin patrones, movimientos piqueteros, reinventan el trabajo en las condiciones de crisis y de flexibilización laboral con las que se inició el siglo 21. Movimientos de jóvenes hacen de la cultura popular una trinchera para la denuncia, y para la reinvención del mundo. Movimientos feministas vuelven a poner en jaque al patriarcado, en las políticas públicas y en la vida cotidiana. Las diversas batallas se entrelazan, y crece el cuestionamiento a un modelo de acumulación del capitalismo, que muestra dramáticamente su crisis, y que intenta descargarla sobre los trabajadores.

Los partidos políticos o movimientos populares que habiendo sido parte de las resistencias al neoliberalismo, llegan al gobierno en diferentes países, marcan cambios en las relaciones de fuerzas del continente. Si bien estos gobiernos expresan diferentes políticas, y no es el sentido de estos comentarios realizar un análisis detallado de las mismas, es necesario destacar que el impulso al ALBA[27] crea un nuevo escenario en la relación de fuerzas del continente. El resultado de la votación de la OEA, que derogaba el decreto de expulsión de Cuba, es fruto de este nuevo momento que vive América Latina.

La posibilidad de que este proyecto de unidad latinoamericana sea asumido de manera autónoma y creativa desde los movimientos populares, favorece las posibilidades de retomar, en el actual contexto latinoamericano, los ideales y esfuerzos de unidad continental sostenidos tanto por quienes protagonizaron la primera Independencia, como por aquellos luchadores populares que hicieron de Nuestra América un solo escenario de batallas emancipatorias. Sandino y Farabundo Martí, Juana Azurduy y Tupac Amaru, Che y Salvador Allende, Haydée Santamaría, Tania, Camilo Torres…

Combatientes indóciles de todos los tiempos, siguen escribiendo nuestro camino con las mismas palabras rebeldes, que marchan en América Latina, contra golpes y reveses, arando, cosechando, volviendo a sembrar.

Luego de 50 años, Cuba ya no está sola en el mapa de las rebeldías. Ya no está sola para hablar de socialismo en el continente. Venezuela, Bolivia, inauguran el abecé de un socialismo que quiere llamarse “socialismo del siglo 21”. El imperialismo contra ataca con furia.

Los desafíos de los pueblos, nos obligan a mirar a la historia, para llegar más lejos. En esta nueva etapa histórica de batalla por el socialismo, es importante aprender de la experiencia. Aprender de los errores, para no repetir. Y aprender de los aciertos, para no copiar. Pensar el socialismo latinoamericano, con la convicción de que es necesario que el mismo sea, como lo pidiera Mariátegui, creación heroica de los pueblos. Que exprese desde lo más profundo del proyecto, las posibilidades de avanzar en la descolonización cultural, política, económica y social del continente; echando las bases de una nueva manera de vivir y de crear política, con las raíces en el pueblo, y con los frutos, también en el pueblo.


Corregido el 26 de julio del 2009
Intervención en el curso “América Latina Hoje”[28] 

[1] Walter Benjamín, filósofo y crítico literario alemán. Nació el 15 de julio de 1892 en Berlín. Salió de Alemania durante el nazismo. Se suicidó en Port Bou, un paso fronterizo catalán, el 26 de septiembre de 1940, cuando escapaba del fascismo.
[2] Walter Benjamín. Sobre el concepto de historia. En “La dialéctica en suspenso. Fragmentos sobre la historia”. ARCIS - LOM
[3] Rosa Luxemburgo, luchadora y pensadora comunista. Nació en Zamosc, Polonia, el 5 de marzo de 1871, y fue asesinada el 15 de enero de 1919. Fue dirigente del Partido Socialista Revolucionario de Polonia, después del Partido Social Demócrata del Reino de Polonia y Lituania. Viajó a Berlín, donde participó de manera destacada como dirigente del Partido Social Demócrata de Alemania, con el cual rompió posteriormente junto a Karl Liebknecht y Clara Zetkin con quienes compartían la corriente Espartaco. Fundó posteriormente el Partido Comunista Alemán. Participó activamente junto con Liebknecht de la Revolución Alemana de noviembre de 1918.
[4] Karl Liebknecht, líder comunista alemán. Nació el 13 de agosto de 1871 y fue asesinado el 15 de enero de 1919. Fue dirigente de la socialdemocracia alemana primero, de la cual se escindió, liderando junto con Rosa Luxemburgo el movimiento espartaquista, y fundando posteriormente el Partido Comunista Alemán.
[5] Roque Dalton, poeta y guerrillero salvadoreño, nació el 14 de mayo de 1935. Integró el PC salvadoreño, del que se separó para integrarse en la lucha armada. Fue asesinado por sus compañeros del Ejército Revolucionario del Pueblo, el 10 de mayo de 1975.
[6] En el momento que se realizó esta charla, no se había producido el golpe de estado en Honduras, que depuso al presidente constitucional Manuel Zelaya. Entre las motivaciones de ese golpe estuvo, sin dudas, la posición asumida por Zelaya de integrarse al ALBA, y las consecuencias de la misma que implicaban posibles pérdidas tanto para las corporaciones trasnacionales dueñas de los recursos hondureños, como para las ansias hegemónicas de EE.UU., que utiliza el territorio de ese país como base para su presencia militar en el continente.
[7] Jorge Eliecer Gaitán Ayala (23 de enero de 1898 - 9 de abril de 1948), político, abogado, alcalde (Bogotá - 1936), ministro (Educación 1940 - Trabajo 1943), congresista (varios periodos desde 1929 - 1948) y candidato disidente del partido liberal a la Presidencia de la República para el periodo 1946-1950, con altas probabilidades de ser electo gracias al apoyo popular.
[8] Germán Sánchez Otero es sociólogo, y Embajador de Cuba en Venezuela.
[9] Transparencia de Emmanuel. Ed. Plaza, 2008. Prólogo de Fidel Castro.
[10] Ob.cit.
[11] El Bogotazo, memorias del olvido. Entrevista a Fidel Castro realizada por Arturo Alape.
[12] Arturo Alape es el seudónimo del escritor, investigador, dramaturgo, periodista y pintor colombiano Carlos Ruiz. Ha sido no sólo un brillante intelectual, sino un comprometido militante político. Entre sus obras se encuentra “Las vidas de Pedro Antonio Marín, Manuel Marulanda Vélez – Tirofijo, su ensayo histórico El Bogotazo: Memorias del Olvido, los cuentos Las muertes de Tirofijo, Diario de un Guerrillero, y la novela El Cadáver Insepulto.
[13] Publicado en el periódico cubano Granma, del 3 de junio del 2009. “Reflexiones del compañero Fidel. El caballo de Troya”.
[14] José Martí nació en Cuba el 28 de enero de 1853, y cayó en combate el 19 de mayo de 1895, peleando por la independencia de Cuba. Fue el principal político, pensador, filósofo, poeta, periodista y combatiente cubano de la Primera Independencia.
[15] José Martí fue designado representante del gobierno de Uruguay, en la Conferencia Monetaria Internacional. En 1890 José Martí fue cónsul de Argentina y Paraguay en Nueva York. Fue cónsul de Uruguay en Nueva York entre 1887 y 1892.
[16] Crónicas publicadas por José Martí, en “La Nación” de Buenos Aires, de noviembre de 1889, a agosto de 1890. Fragmentos tomados de la revista cubana Pensamiento Crítico. Febrero Marzo 71.
[17] Ernesto Che Guevara. Obras Escogidas. Editorial de Ciencias Sociales de La Habana.
[18] Ob. Cit.
[19] Salvador Allende, líder socialista chileno. Tuvo una larga trayectoria como parlamentario. Encabezó el gobierno de la Unidad Popular, que intentó abrir camino a una vía pacífica al socialismo en Chile. Fue muerto en La Moneda, el 11 de septiembre de 1973, cuando los golpistas con el apoyo de los EE.UU. interrumpieron el curso constitucional y establecieron una feroz dictadura. El “compañero Presidente”, en su corto gobierno (1970-1973), cumplió con aspectos principales del programa de la Unidad Popular, como la nacionalización del cobre, la reforma agraria, la campaña de alfabetización. Fue también ejemplar la solidaridad ejercida por Salvador Allende con todos los pueblos del mundo. Participó como delegado chileno en la Primera Conferencia Tricontinental realizada en La Habana, y en la Conferencia de la OLAS.
[20] Gregorio Selser, periodista argentino, intelectual destacado en la denuncia de los crímenes del imperialismo norteamericano. Publicó entre otros libros: Sandino, General de Hombres Libres (1955), , El Pequeño Ejército Loco: operación México Nicaragua (1958), El guatemalazo (1961), El rapto de Panamá: de cómo los Estados Unidos inventaron un país y se apropiaron de un canal (1964), De cómo Nixinger desestabilizó a Chile (1975), Reagan: de El Salvador a Las Malvinas (1982), Honduras, república alquilada (1983), Nicaragua, de Walter a Somaza, historia de más de 120 años de intervenciones de Estados Unidos en Nicaragua (1984), el Informe Kissinger contra Centroamérica (1984), Panamá, érase un país a un canal pegado (1988), y La violación a los derechos humanos en Estados Unidos (1988). Póstumamente se publican Luchas sindicales históricas de los obreros en Estados Unidos, y Cronología de las intervenciones extranjeras en América Latina.
[21] Mucho se especuló sobre las consecuencias de esas cortas visitas del Che a Argentina y Brasil. Pocos días después de las mismas, Frondizi tuvo que hacer frente a un golpe militar, en respuesta a la visita del Che, y fue destituido meses después, el 29 de marzo de 1962. También días después, el 25 de agosto de 1961, renunció Janio Cuadros a la presidencia del Brasil, denunciando haber recibido fuertes presiones.
[22] Fernando Martínez Heredia. El corrimiento hacia el rojo. Instituto Cubano del Libro. Edición Letras Cubanas.
[23] Franz Fanon (1925-1961). Psiquiatra, escritor y militante martiniqués, autor, entre otras obras, de Piel negra, máscaras blancas, y Los condenados de la tierra (ensayo prologado por Jean Paul Sastre). Es uno de los autores que mejor ha analizado el fenómeno de la colonización cultural, económica y política. Integró el Ejército de Liberación Nacional de Argelia, y fue su embajador. Murió en diciembre del 61, poco antes de la liberación de Argelia.
[24] Ernesto Che Guevara. Obras Escogidas. 1957 – 1967. Editorial de Ciencias Sociales de La Habana.
[25] http://www.cuba.cu/gobierno/discursos
[26] En noviembre de 1989, el Institute for Internacional Economics realizó en Washington DC un seminario en el que sistematizaron el “catecismo neoliberal”, alrededor de un conjunto de medidas: ajuste económico, achicamiento del Estado, política antiinflacionaria basada en la recesión, desindustrialización, flexibilización laboral, disciplina fiscal, tasas de cambio “competitivas”, liberalización del comercio, inversiones extranjeras, privatizaciones y desregulación. El debate fue publicado en el libro “El Consenso de Washington (J. Williamson, Latin America adjustment: how much has happened? Washington D.C. 1990
[27] Alternativa Bolivariana para los pueblos de Nuestra América. Está integrada por Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Honduras, Nicaragua, Antigua y Barbuda, San Vicente y las Granadinas.
[28] Intervención realizada el 4 de junio en el Auditorio del Instituto Sedes Sapientiae, en el curso organizado por la Escola Nacional Florestan Fernandes, el CEPIS (Centro de Educação Popular do Instituto Sedes Sapientiae) y el Departamento de Jornalismo da PUC-SP, con el apoyo de Brasil de Fato y Expressão Popular. Versión corregida en julio del 2009.
http://alainet.org/active/32169&lang=es

1 comentario:

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